viernes, 21 de febrero de 2014

TWIN PEAKS (1990-1991)




Permitidme que os hable de una serie que ya es un clásico y que aún sigue brillando en las estanterías de las vidiotecas como un reclamo. Su banda sonora es hipnótica y cautivadora y permanece en la mente durante días, me estoy refiriendo a la famosa Twin Peaks, creada por Mark Frost y David Lynch.

¿Quién mató a Laura Palmer? O mejor dicho ¿por quién y por qué se dejó matar Laura Palmer?  Es una pregunta que aún permanece en la memoria de los de mi generación. Recuerdo que fue la primera serie de intriga y asesinatos que vi con entusiamo; mi hermano y yo permanecíamos pegados al televisor sentados en los sofás de skay rojo de la salita de estar cuando sonaba la melodía que indicaba el inicio.

La primera temporada es excepcional, con esos primeros planos inquietantes de figuras de cerámica o de retratos. Me pregunto cómo se puede conseguir que un plano fijo de una fotografía en la que aparece una adolescente rubia, vestida de fiesta y sonriendo resulte escalofriante y llegue a producir miedo, (me refiero a la imagen final con la que se cierra cada capítulo) y es que, en mi opinión, es ahí donde reside la grandeza de esta serie, en introducir el terror psicológico asociado a los objetos cotidianos y comunes que puede haber en todos los hogares. 

El trabajo de Angelo Badalamenti en la banda sonora es espectacular. Creo que el mérito de la serie se reparte a partes iguales entre el creador de la música y los directores, por no hablar de la interpretación soberbia de alguno de los personajes, como el carismático agente Cooper y la desconocida Diane (al parecer la secretaria de Dale a la que continuamente se dirige con su grabadora, pero que nunca aparece: otro gran acierto).




Para los fanáticos de esta serie, las nuevas ediciones en DVD incluyen entrevistas con el creador musical que explican que en la melodía hay un clímax de terror y de esperanza en un circuito casi circular, por eso resulta tan hipnótica, de hecho, no puedo dejar de tararearla mientras escribo esto.

¿Algo que criticar a esta serie? La segunda temporada pierde fuerza, los episodios ya no están dirigidos por David Lynch y se vuelve demasiado surrealista, perdiendo, así, veracidad. 

El final resulta truncado (al parecer por falta de presupuesto) y también espeluznante: ¿el agente Cooper, paradigma del bien y la justicia, es poseído por el espíritu del mal? Es un mazazo para el público, y deja mal sabor de boca. 

En un intento de explicar qué pasó antes de la desaparición de Laura Palmer, David Lynch rodó más tarde, en 1992, una película titulada Fuego, camina conmigo que, a mi parecer, no tiene, ni de lejos, la calidad de los episodios de la serie inicial y resulta decepcionante.

Otro tanto ocurre con la secuela de 2017, Twin Peaks: The Return carente de intriga y desposeída de la fuerza y la inquietud de la serie primigenia.




En definitiva, la serie de Twin Peaks de 1990 es única y no pierde fuerza con el tiempo: es una historia tremebunda inscrita en un paraje natural hermoso (los bosques de abetos Douglas de la frontera oeste de EEUU con Canadá).

Lo mejor: el carácter entusiasta del agente Cooper, su afición por las tartas y el café, y sus geniales reflexiones:
«Harry, le voy a confesar un pequeño secreto: todos los días, hágase un regalo, no lo planee, no lo espere, solo deje que suceda; puede ser una nueva camisa, un sueñecito en el sillón del despacho o dos buenas tazas de café como éstas...»

Mark Frost y David Lynch, Twin Peaks, EEUU, (1990-1991).
 
Saber más: "Twin Peaks"

jueves, 6 de febrero de 2014

MAD MEN




Mi compañera de trabajo y yo hemos pasado el fin de semana con la  misma persona sin saberlo. 
¿Es esto posible? Lo es, ya que hemos estado devorando la misma temporada de Mad Men y ambas hemos disfrutado de los vaivenes de la vida azarosa de su protagonista, Don Draper. 

Esta serie es adictiva; en ella, todo es válido, sobre todo la lujuria de una época que nos vendieron como recatada y llena de censura y que al parecer era todo lo contrario: sensual, atrevida, ambiciosa y rompedora.
Al menos, así se muestran Don Draper, Peggy Olson y Joan Harris, algunos de los personajes de esta historia espléndida, perfectamente ambientada en el mundo de la publicidad de Nueva York en los años sesenta.



Lo que me llama la atención es lo elegantes que eran los americanos hace media década. Incluso el mobiliario tenía un diseño único, por no hablar de los sostenes puntiagudos. 
¿Hemos perdido elegancia en pos de la comodidad? Parece ser que sí. 
¿Por qué las oficinas y la manera de vestir de hoy en día resultan tan vulgares? ¿Acaso tienen que pasar cincuenta años para poder apreciar los estilos de cada época con perspectiva?  
Es posible, en cualquier caso, no se ven muchos Don Drappers por las calles actuales, ni tampoco muchas Joanys. A mi parecer, la raza humana ha degenerado, sobre todo, en estilo y complexión.

 




Posdata: ¿Cooper es el padre de Roger Sterling? ¿Cuándo podremos estar en el trabajo en calcetines? ¿Y beber alcohol y fumar en la oficina? ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor? 
En Madison Avenue, desde luego que sí.



Matthew Weiner, Mad men, EEUU, 2007.