jueves, 6 de febrero de 2014

MAD MEN




Mi compañera de trabajo y yo hemos pasado el fin de semana con la  misma persona sin saberlo. 
¿Es esto posible? Lo es, ya que hemos estado devorando la misma temporada de Mad Men y ambas hemos disfrutado de los vaivenes de la vida azarosa de su protagonista, Don Draper. 

Esta serie es adictiva; en ella, todo es válido, sobre todo la lujuria de una época que nos vendieron como recatada y llena de censura y que al parecer era todo lo contrario: sensual, atrevida, ambiciosa y rompedora.
Al menos, así se muestran Don Draper, Peggy Olson y Joan Harris, algunos de los personajes de esta historia espléndida, perfectamente ambientada en el mundo de la publicidad de Nueva York en los años sesenta.



Lo que me llama la atención es lo elegantes que eran los americanos hace media década. Incluso el mobiliario tenía un diseño único, por no hablar de los sostenes puntiagudos. 
¿Hemos perdido elegancia en pos de la comodidad? Parece ser que sí. 
¿Por qué las oficinas y la manera de vestir de hoy en día resultan tan vulgares? ¿Acaso tienen que pasar cincuenta años para poder apreciar los estilos de cada época con perspectiva?  
Es posible, en cualquier caso, no se ven muchos Don Drappers por las calles actuales, ni tampoco muchas Joanys. A mi parecer, la raza humana ha degenerado, sobre todo, en estilo y complexión.

 




Posdata: ¿Cooper es el padre de Roger Sterling? ¿Cuándo podremos estar en el trabajo en calcetines? ¿Y beber alcohol y fumar en la oficina? ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor? 
En Madison Avenue, desde luego que sí.



Matthew Weiner, Mad men, EEUU, 2007.

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