Al parecer, el tipo de regalo que uno desea hacer debe ser inversamente proporcional al número de años que hace que se conoce a la persona a la que va dirigido, multiplicado por el grado de consanguinidad y dividido por la cercanía o afinidad que se tenga con el susodicho. Al resultado al que sumarle un cierto gusto empático y dejar a un lado el cuadrado de los catetos. Se envuelve todo en celofán, y se culmina la operación con un lazo, obteniendo, así, el regalo perfecto.
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