¿Coches no? ¡Mesas, menos!
Algunos vecinos del casco histórico de Aínsa estamos
preocupados ante la proliferación de una nueva plaga invasiva: las terrazas de
los bares y restaurantes que se están extendiendo poco a poco por la plaza de
esta población.
Aparte de este fenómeno, la que suscribe este artículo está
indignada (y ya siento mi tono tan poco "slow") debido a la política de aparcamiento tan aleatoria que existe en la plaza de
esta villa. La causa de mi indignación proviene de la multa que he recibido, de doscientos euros, por
estacionamiento en horario indebido (y digo horario y no lugar indebido, ya que en la plaza de Aínsa aparca todo el mundo, a diferentes horas, durante casi todo el
año, pero yo he tenido la mala suerte de estacionar en un horario inadecuado y, por ello, me han impuesto una sanción, a mi parecer, desorbitada).
Y es que vivir en el casco
histórico de Aínsa se paga, es muy bonito, claro, pero muy estresante, porque
uno tiene que estar pendiente del día y la hora en que vive para no llevarse un
susto como el que he sufrido yo.
La verdad, yo vivo en un pueblo para estar tranquila y no
tener que estar pensando cuándo puedo o no aparcar cerca de mi casa.
Yo resido aquí, pago un alquiler, contribuyo a que Aínsa no
sea un decorado para turistas (que es en lo que se está convirtiendo) y
necesito un poco de tranquilidad, algo imposible de conseguir con la política
de aparcamiento actual.
Entiendo que lo que se busca es que nadie aparque en la plaza. Me parece bien, pero entonces que dispongan la prohibición de no aparcar siempre, no cinco días sí, uno no, pivote arriba,
pivote abajo..., que uno nunca sabe realmente si se puede estacionar y, al menor descuido, te plantan una multa descomunal.
¿Que se pretende conservar el patrimonio? Bien, pero
conservar el patrimonio implica no solo preservar el estado físico sino también
funcional: ¿qué pinta una plaza medieval vacía de coches pero atiborrada de
terrazas? Las terrazas no existían en época medieval...
¿Por qué se destierra a los vehículos y se permite esta
invasión? Apenas se puede pasear por los porches y para entrar en algunos
portales hay que andar sorteando a turistas sentados en las mesas.
Algunos dirán que el turismo es el motor de la economía de
Aínsa, estoy de acuerdo, pero el turismo es un espejismo,
contribuye a la economía pero no genera vida, porque son personas que no se
quedan, están de paso, vienen, duermen, comen y se van; el pueblo el lunes se
queda para los lugareños, que quieren poder entrar con su tractor a la plaza,
entrar la mobylette hasta su patio y dejar su coche cerca del portal de su
hogar. Y esto ocurre, porque, afortunadamente, de lunes a viernes, Aínsa aún es un pueblo vivo, su autenticidad
desgraciadamente se va perdiendo los fines de semana o festivos, cuando el
pivote sube y la plaza se transforma en un decorado.
Os preguntaréis a qué me refiero cuando hablo de pueblo vivo, pues me refiero a una población donde vive gente todo el año,
donde hay oficios y alguna tienda de primera necesidad como un ultramarinos, una
carnicería, una herrería, un zapatero, una tasca,... etc; un pueblo donde el
panadero entra con su furgoneta a la plaza y vende pan a los vecinos, no un
lugar donde únicamente hay tiendas de regalos para turistas.
¿Cómo se consigue que un pueblo esté vivo? Atrayendo a la gente joven a que se instale en él, que
continúe con los oficios de siempre o genere otros nuevos que reviertan en la
economía del pueblo, y también respetando a los vecinos que viven allí,
facilitándoles la vida e intentando que se queden y no se vean obligados a abandonar la población.
Lo que está ocurriendo en Aínsa es que en el casco histórico de esta
villa cada vez vivimos menos personas, apenas hay apartamentos de alquiler para
todo el año, tan solo se crean hoteles y casas de turismo rural estacionario y el
resultado es que el pueblo se está vaciando poco a poco, y de seguir así
llegará a convertirse en un pueblo fantasma, al estilo de Carcassone en Francia
o Santillana del Mar en Cantabria: auténticos parques temáticos medievales,
enfocados únicamente al turista, que cuando se marcha se lleva unas fotos de
una plaza medieval hermosa y vacía de coches, pero a su vez, llena a rebosar de
terrazas en las que uno no encuentra ni una sola cara conocida.
Desde aquí asumo con resignación mi multa de aparcamiento indebido, que conste que estoy totalmente a favor de conservar el patrimonio, ya que Aínsa es Monumento Nacional, pero pido que haya rigor y sentido común con el calendario de días permitidos y prohibidos, así como con los horarios de aparcamiento. A su vez, lanzo una misiva en favor de los pocos habitantes autóctonos y forasteros que viven todo el año en la plaza y aledaños. Que se les tenga en cuenta y que no se les dé trato de turista o terminarán marchándose: al fin y al cabo ellos consituyen la esencia de la población, son las "caras conocidas", "los puntales" y los que preservan la continuidad.