¿Quién mató a Laura Palmer? O mejor dicho ¿por quién y por
qué se dejó matar Laura Palmer? Es una
pregunta que aún permanece en la memoria de los de mi generación. Recuerdo que
fue la primera serie de intriga y asesinatos que vi con entusiamo; mi hermano y yo permanecíamos pegados al
televisor sentados en los sofás de skay rojo de la salita de estar cuando
sonaba la melodía que indicaba el inicio.
La primera temporada es excepcional, con esos primeros
planos inquietantes de figuras de cerámica o de retratos. Me pregunto cómo se
puede conseguir que un plano fijo de una fotografía en la que aparece una adolescente
rubia, vestida de fiesta y sonriendo resulte escalofriante y llegue a producir
miedo, (me refiero a la imagen final con la que se cierra cada capítulo) y es
que, en mi opinión, es ahí donde reside la grandeza de esta serie, en introducir el terror
psicológico asociado a los objetos cotidianos y comunes que puede haber en
todos los hogares.
El trabajo de Angelo Badalamenti en la banda sonora es espectacular.
Creo que el mérito de la serie se reparte a partes iguales entre el creador de
la música y los directores, por no hablar de la interpretación soberbia de
alguno de los personajes, como el carismático agente Cooper y la desconocida Diane
(al parecer la secretaria de Dale a la que continuamente se dirige con su
grabadora, pero que nunca aparece: otro gran acierto).
Para los fanáticos de esta serie, las nuevas ediciones en
DVD incluyen entrevistas con el creador musical que explican que en la melodía
hay un clímax de terror y de esperanza en un circuito casi circular, por eso
resulta tan hipnótica, de hecho, no puedo dejar de tararearla mientras escribo
esto.
¿Algo que criticar a esta serie? La segunda temporada pierde
fuerza, los episodios ya no están dirigidos por David Lynch y se vuelve
demasiado surrealista, perdiendo, así, veracidad.
El final resulta truncado (al parecer por falta de presupuesto) y también espeluznante: ¿el agente Cooper, paradigma del bien y la justicia, es poseído por el espíritu del mal? Es un mazazo para el público, y deja mal sabor de boca.
El final resulta truncado (al parecer por falta de presupuesto) y también espeluznante: ¿el agente Cooper, paradigma del bien y la justicia, es poseído por el espíritu del mal? Es un mazazo para el público, y deja mal sabor de boca.
En un intento de explicar qué pasó antes de la desaparición
de Laura Palmer, David Lynch rodó más tarde, en 1992, una película
titulada Fuego, camina conmigo que, a
mi parecer, no tiene, ni de lejos, la calidad de los episodios de la serie inicial y
resulta decepcionante.
Otro tanto ocurre con la secuela de 2017, Twin Peaks: The Return carente de intriga y desposeída de la fuerza y la inquietud de la serie primigenia.
En definitiva, la serie de Twin Peaks de 1990 es única y no pierde fuerza con el
tiempo: es una historia tremebunda inscrita en un paraje natural
hermoso (los
bosques de abetos Douglas de la frontera oeste de EEUU con Canadá).
Lo mejor: el carácter entusiasta del agente Cooper, su
afición por las tartas y el café, y sus geniales reflexiones:
«Harry,
le voy a confesar un pequeño secreto: todos los días, hágase un regalo,
no lo planee, no lo espere, solo deje que suceda; puede ser una nueva camisa,
un sueñecito en el sillón del despacho o dos buenas tazas de café como éstas...»
Mark Frost y
David Lynch, Twin Peaks, EEUU,
(1990-1991).
Saber más: "Twin Peaks"
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