Yo nunca tuve el "Cinexin", ese juego maravilloso que proyectaba películas sobre la pared. Sin embargo, fui afortunada al poder jugar y de disfrutar de él, en casa de una amiga.
Mi admiración por el cine se remonta a los primeros años de mi infancia. En la edad adulta, hallé un juego similar en un mercadillo, una especie de proyector manual con pequeñas películas intercambiables y lo compré. Todavía lo guardo.
A veces, me ocurre que me siento invadida por una sensación inquietante: voy por la calle y noto que no existo de verdad, sino que soy el personaje de una película imaginada por otros.
El caso es que, hoy, he estado rememorando los tiempos en los que viví en Oberkampf (París), y este poema que os ofrezco surgió un día en el que me invadió la sensación arriba descrita.
Iba yo paseando por la calle Oberkampf y me sentí del todo irreal, como si las terrazas y las personas con las que me iba cruzando formaran parte de un escenario y, en algún momento, alguien fuera a gritar "¡corten!".
Al parecer, esta sensación ha sido tratada y descrita por otros autores desde tiempos remotos, es el tópico del Theatrum mundi o Teatro del mundo, que explica que el ser humano se siente como una marioneta dentro de un mundo que es un gran teatro.
También aparece magistralmente reflejada en la película El show de Truman. Sin embargo, pese a ser algo recurrente y común al ser humano, no por ello a mí deja de resultarme menos escalofriante.
Aquí os dejo, con Cinexin y su Theatrum mundi.
Un abrazo, lectores.
CINEXIN
¿De
qué sirve vivir cinematográficamente...
...con
escenas separadas por fundidos en negro...,
...la
banda sonora en los momentos cumbres...
...y
la lluvia artificial,
bañando el conflicto?
¿Dónde
quedó el final abierto?...
¿Qué
fue de la protagonista?...
¿Por
qué se apagaron las luces?...
¿Alguien
podría sacarme de los créditos?
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