La decepción puede congelarse y reaparecer con gran parte de sus nutrientes. Lamentablemente, es un sentimiento frecuente en nuestras vidas y proviene de unas expectativas altas que terminan encontrándose con una realidad que no siempre da la talla.
© Eva Antón Bravo
No se decepciona el que no espera... pero hay que seguir esperando y manteniendo las expectativas altas, eso sí, ¡dejad siempre un hueco en el congelador para la decepción!
Un abrazo, lectores.
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FECHA
DE CADUCIDAD
La
decepción cabe en una fiambrera
de
plástico.
Puede
congelarse y resurgir,
pasado
un tiempo.
Su
poder corrosivo impregna el espacio
de
un olor
acre;
dejando
en la superficie de las cosas,
un
cerco —indeleble— de bordes
amarillos.
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